Mi camarada Silvino recupera de mi olvido este poemilla que hice hace ya una eternidad. Y aunque la obra sea mía, suyo es el mérito de haberlo sabido guardar. Éramos muy jóvenes y en su correo me dice mi camarada:
«Es un recuerdo de aquella época en que éramos más jóvenes y soldados, porque jinetes y caballeros lo seremos SIEMPRE«.
Gracias, Silvino.
Avanzan con la lanza al brazo,
el sable desenvainado, dispuesto,
y corazón de guerrero.
Avanza la Caballería sin detenerse
desde la línea de fuego.
Relámpagos de metralla
recorren el negro cielo
dando brochazos azules
sobre caballos y hombres de acero.
Y sin temer a las balas,
las bombas o el mortero,
avanza la Caballería
sin esconderse en el suelo.
Cada jinete una fiera,
cada pecho una muralla,
cada brazo un mensajero;
cada uno con su historia
y la victoria en el pensamiento.
¡Jinetes, a la carga!.
¡Sables y lanzas en mano!.
¡Santiago, cierra, cierra!.
¡Santiago y cierra España!.
Y mirando el horizonte
y su crepúsculo eterno
se lanzan como lebreles
tras el guión los caballeros.
El estandarte ondea solo
con sus colores de fuego.
El estandarte rojo y gualda
que defenderemos con el hierro.
Así en la noche sin luces
brilla la imagen del jinete muerto.
Su novia se lo ha llevado
hasta el Escuadrón eterno.
Y cuando unamos nuestros nombres
a los de los compañeros muertos
lanzas de laureles ornadas
serán nuestro monumento.
Así cuando pase la lucha,
cuando cese el combate,
lucirán el terreno
miles de flores hermosas
que guardarán nuestro recuerdo.
Pero aguardad todavía
que aún no es el momento.
Caballero: ¡A la carga!.
El grito de hermandad a vuelto.
Nuestro Capitán nos llama
desde el sepulcro abierto.
Hay que cerrar nuevamente
con tal leal compañero.
Jinete, Caballero: ¡Viva España!.
Las voces llegan al cielo;
y el recuerdo perdura
hasta el final de los tiempos.