Archivos Mensuales: noviembre 2015

DESDE LA SERENA PERSPECTIVA QUE BRINDA EL TIEMPO

En ocasiones, bastantes más de las que equivocadamente se pudiera pensar, una práctica ciertamente recomendable (¡¡incluso hasta para la propia salud mental y estado anímico en general de cada uno y de cada cual!!) sería bueno -de cuando en vez- hacer alto, echar pie a tierra y mirar sereno en profundidad (sin nostalgia, pero sí con un cierto guiño de romántica ternura, a la par de sentido autocrítico) la trazada dejada por nuestro recorrido en la vida; una personal huella en la que a modo de indeleble testigo, se halla o forma significativamente parte de la misma (para bien o para mal) el -entonces- obligatorio paso de nuestro ser por las filas castrenses, aquél periodo de nuestra ya lejana (y en algunos casos, hasta «impetuosa») mocedad, y en la que «todo estaba por descubrir y mejor experimentar», fuera vistiendo de caqui, verde-OTAN o….de postrero «lagarto» mimetizado según los casos y periodos de lo que se dio en llamar popularmente como «la mili»;aquella «mili» que para muchos no seducía absolutamente nada (más bien causaba tremendo rechazo, aduciendo -entre otras muchas peregrinas alegaciones y excepcionalidades aparte – «te partía el no sé qué»)  y a la que, de salida, se entraba desde muy diversas y variadas actitudes, y se salía «lili» de la misma, sin duda, con otra percepción, aquella que positivamente te brinda y aporta la enseñanza de la experiencia, así como la posibilidad de acercarte al conocimiento y comprensión de situaciones, que hasta aquellos precisos instantes, uno todavía no se había siquiera planteado el reparar en ellas.

RCLAC 14

Hoy, en el que es el futuro del ayer, cuando nada es igual y todo es distintivo, cuando el transcurrir de la vida nos ha demostrado con hechos que aquello  que imaginábamos pudo -o no- darse, y las carnes nos las ha tratado en desigual forma dispar, aunque impregnándonoslas a todos por igual con una patina común, la de la serena madurez que peina canas o acaricia un desnudo cuero cabelludo con ásperas manos del trabajo diario que nos ha tocado desempeñar en la vida para «buscarnos el rancho», permitiéndonos hacer balance bajo un prisma objetivo, un servidor, frustrado vocacional, que quiso voluntariamente incorporarse a filas, y al que no se le obligó sencillamente porque siempre creí que era el correcto compromiso para conmigo mismo, bien parido y bien nacido, y los demás semejantes, igualmente compatriotas (RESPETANDO  -por supuestísimamente– TODA OPINIÓN o FORMA DE PENSAR AJENA, pero no así compartiendo ni admitiendo bajo ningún concepto o la banal excusa de la fácil y siempre muy recurrente insolidaridad) todavía hoy es el día en el que sigo analizando y preguntándome a mi mismo:


cab17Si tan mal ponían al ejército ¿qué mal veneno tuvo que ser aquél que me pudieron inocular durante mi Servicio Militar Obligatorio, aquella tan denostada mili, cuando hoy, muchos años después, muchos….un algo interior, como efervescente, que bulle, me pide volver sobre mis propios pasos de vida, intentando buscar y saber de  quienes compartieron conmigo (obligados o no, pero juntos, y desde entonces compañeros) irrepetibles vivencias de las que fue testigo un supremo juramento carente de caducidad en el tiempo, y que sin dudarlo, hoy lo repetiría con mayor fruición si cabe?

Pensamientos y recuerdos, SUBTENIENTE MENAmuchos y muy variados (incluso malos o desafortunados, ya que de lo malo, erróneo o equivocado también se aprende, uno es humano y errar entra dentro de la propia condición) me invaden gratamente la memoria mientras acaricio delicadamente un viejo escusón de latón, «souvenir castrense» que humildemente certifica mi inequívoca pertenencia al Arma bizarra por antonomasia, aquella a la que se me brindó la oportunidad de elegir y a la quise pertenecer, convirtiéndome de por vida (incluso espiritual) en jinete hasta el tuétano; sencillo trozo de metal que el olvido en un rincón de la mesilla de noche y el inexorable paso de un tiempo implacable y a veces hasta cruel, han querido cubrirlo de un caprichoso cardenillo, propio de su habitual falta de uso que un día el tiempo paró en el ayer, mientras paralelamente me pregunto qué habrá sido de Blas, a quien tan magistralmente se le daba entonar esas picantonas y mordaces coplillas de la ribera navarra, o Bernúz el florista, quien a buen seguro terminaría cambiando de oficio (que sepas que a mí también me llegó a encandilar Sabina) o Pedro Hernández, con aquellas excepcionales tonas y monas de Pascua de su querida Villena alicantina (Manjón te la tenía jurada, pero yo, honestamente, tampoco te dejaría el coche para que me lo reparases…¡¡Je, je, que lo shepaaasshh «tronco«!!), el valenciá Salag, Masa Moreno, palentino siempre serio, Tony Torrecilla, murciano siempre compuesto ,elegante y correcto bajo aquél inevitable aspecto de paternal músico, y…y…tantos y tantos otros, a los que pongo cara pero no así apellido (y viceversa) porque la edad -siempre justiciera- no perdona; crisol de hombres, nombres y procedencias  a los que gracias a las modernas técnicas de la comunicación rápida y precisa, hoy, en el futuro del ayer, quizás resulte posible (y de hecho, así es) que décadas después, el encuentro y  la unión que por mor del azar , la suerte o el destino de coincidir un buen día en una sola y determinada unidad militar, se repita, fundiéndonos nuevamente en un abrazo de veteranos de épocas varias, ya que tras un servidor, hubo otros muchos más, hasta el momento desconocidos, pero que el tiempo y el mismo espíritu, nos ayudarán a conciliar.

Operador de transmisiones (1)

Aquí, un viejo dragón ,descendiente en el tiempo de aquellos Tercios Viejos de Steenhuysen, siempre evocadores de un esplendoroso pasado histórico que pide a uno reivindicar orgullosamente, como bien parido y bien nacido que se es, un marchamo rojigualda, aguarda paciente boina negra en mano, presto a que llegue el momento en que  se le invite nuevamente a formar, porque «la mili», aquella odiada y denostada «mili», pérdida de tiempo según algunos, necesaria otros, los más, decididamente, no resultó ser tan mala como se exponía, ya que me dejó un «algo imborrable», como si de una película cinematográfica se tratase, que cada uno cuenta como la vio y como la vivió, pero para que lamentablemente «no hay habrá segundo pase de sala»….¿o sí?

Ramiro Oslé Freire

NOVIEMBRE

ACADEMIA DE CABALLERÍASe nos acaba noviembre sin que apenas nos hayamos dado cuenta, ya tenemos finiquitado otro año y empezamos a hacer balance, desconozco si ya es una costumbre o es que nos estamos haciendo muy mayores.

Este mes ha sido significativo para la Asociación, aunque el trabajo es discreto, los resultados serán notorios. Presidente, Vicepresidente y secretario de la AS. VET. Villaviviosa 14 hemos visitado la cuna del Arma de Caballería, nuestra Academia para presentarnos al Coronel director, don J. M. Castaño e inspector general del Arma. En el mismo día fuimos a saludar al Coronel don Eloy Celma, al mando de RCR Farnesio 12, depositario de nuestro Estandarte e historial. La Asociación de Veteranos va a mantener contactos con los diferentes mandos en los Regimientos y Grupos del Arma, con el fin de darnos a conocer y explicar nuestros fundamentos fundacionales, mantener vivo el espíritu de la Caballería aprendido en el Regimiento y participar activamente de la cultura de defensa de nuestra Nación.

20151112_001509Aprovechamos también para encontrarnos con Lourdes, la viuda del general don Germán Corisco Doninguez, fallecido el 10 de noviembre de 2005. Y con quien compartimos una tarde extraordinaria, recordando anécdotas, momentos y vivencias con quien fuera capitán de quie esto escribe. Germán Corisco era un profesional de la milicia, hombre de honor, íntegro, honrado y sobre todo un visionario del futuro de nuestro Ejército, poco o nada se equivocó el general de brigada en sus percepciones y predicciones, pero eso será objeto de otro artículo.

De vuelta a mi alojamiento no dejaba de transcurrir por mi cabeza el dichoso mes ee noviembre, el mismo mes en el que mi querida madre también se fue al Cielo, como Germán. Y el mismo mes en el que murieron el cabo don Álvaro Ojeda Barrera y el soldado don Raúl Berraquero Forcada; el primero de Santa Cruz de Tenerife y el segundo de Madrid. Fue un 4 de noviembre de 1994.

Mi Vicepresidente, mi hermano José Antonio, hablaba de nuestros caídos mientras yo maduraba como darles el homenaje que se merecen, el homenaje de sus camaradas Veteranos. Y me vino a la cabeza el sargento don Ángel Tornel Yáñez, muerto en acto de servicio el 2 de junio de 1993, a los 27 años, en plena juventud; como juventud eran los 23 de Álvaro o los 19 de Raúl.

Sabemos que va a ser complicado hallar día y hora para hacerles un acto de homenaje, como somos conscientes de que, por una causa u otra, a no todo el mundo le resulta fácil tomar el coche y reunirse en Madrid, pero os aseguro una cosa, Veteranos: en 2016 vamos a recordar a nuestros hermanos de armas caídos, a aquellos que se fueron pero gracias a Dios y a nuestro recuerdo, nunca estarán ausentes.

Screenshot_2015-11-21-11-06-14-1

Ante Dios, nunca serás un héroe anónimo y a los Veteranos del 14 de Caballería nos corresponde perpetuar su recuerdo, su ejemplo y su sacrificio en un acto castrense en la casa de la que partieron, el acuartelamiento general Cavalcanti.

Seguimos trabajando con discreción, queridos Veteranos, queridos hermanos de armas. Y hasta que el proyecto no esté aprobado no puedo daros más datos, pero si me atrevo a emplazaros para en 2016, recordar a nuestros hermanos de armas ¿Podemos contar con todos vosotros?

¡Veteranos! Un paso al frente ¡AR!

TENIENTE GENERAL DON BLAS DE LEZO Y OLAVARRIETA (LA BATALLA DE CARTAGENA DE INDIAS)

Del  13 de marzo al 20 de mayo de 1741, tuvo lugar La batalla de Cartagena de Indias,  entre las armadas española e inglesa. Esta batalla fue decisiva para el  desenlace final de la Guerra de la Oreja de Jenkins (1739–1748),  uno de los conflictos armados entre el España y Gran Bretaña ocurridos durante el siglo XVIII.

Esta nueva Armada Invencible de 195 navíos, era mayor que la de Felipe II, y la segunda más grande de todos los tiempos, después de la armada aliada que desembarcó en Normandía en la II guerra Mundial . El ejército inglés, comandado por el almirante Edward Vernon, trató de invadir Cartagena de Indias con 32.000 soldados y 3.000 piezas de artillería. Cartagena estaba defendida por 3.600 soldados y 6 navíos españoles. Inglaterra estaba tan segura de su victoria que el rey inglés mandó acuñar monedas celebrando su triunfo, en las que se leía «la arrogancia española humillada por el almirante Vernon y los héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741 » ….. jajajaj !! … en ellas aparecía Blas de Lezo representado de rodillas entregando su espada al almirante Vernon, eso sí, un Lezo muy completito con todas sus piernas, brazos y posiblemente ojos … increíble ¿no?

La victoria de las fuerzas españolas, al mando del teniente general de la Armada Blas de Lezo, prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental hasta el siglo XIX.

Antecedentes Históricos de la Batalla de Cartagena de Indias

Era tiempos muy difíciles para España, en el siglo XVIII estábamos involucrados en multitud de conflictos bélicos. En 1713, España había firmado de manera deshonrosa el Tratado de Utrecht, por el que España había perdido las posesiones continentales europeas; pero todavía quedaban las americanas y sus ciudades que se habían convertido en bastiones críticos para asegurar el comercio con América.

Cartagena de Indias era la ciudad principal en el continente americano para los intereses españoles. Una ciudad bellísima y espléndidamente fortificada, donde los españoles iban a dar una muestra de su valentía y heroísmo en la guerra que pasó a la historia con el nombre de la Guerra de la Oreja de Jenkins. Un conflicto extraño y soterrado por los cronistas.

¿De dónde viene el nombre de Oreja de Jenkins?

En las costas de Florida actuaba un pirata llamado Robert Jenkins, que fue interceptado por un guardacostas español, a las órdenes del capitán Juan de León Fandiño. El capitán permitió seguir con vida al pirata y le amputó una oreja; y con la oreja del pirata en la mano, le dijo: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve».

Como parte de una campaña de la oposición parlamentaria en contra del primer ministro Walpole, Jenkins compareció en la Cámara de los Comunes en 1738. En su comparecencia, Jenkins denunció el caso con su oreja en la mano. Como consecuencia de esta maniobra política, Walpole se vio obligado a declarar la guerra a España el 23 de octubre de 1739.

Inglaterra prepara su flota

Esto fue considerado como una afrenta en el parlamento británico y los ingleses declararon la guerra
a España; una oreja iba a provocar una guerra. Pero la verdad no era así, los ingleses encontraron la escusa oficial para declararle la guerra a España ya que Inglaterra trataba de desplazar a España y ocupar su posición para su control marítimo y comercial de los mares atlánticos y arrebatarle a España las mejores posesiones americanas de su imperio.

Inglaterra organizó una formación de guerra formidable. Preparó y armó una magnífica flota de 195 navíos entre buques de guerra y transporte, la flota más grande jamás vista hasta la armada aliada del desembarco de Normandía. La flota se puso rumbo a Cartagena de Indias, para tomarla al asalto, era el gran objetivo de los ingleses.

Entre las tropas inglesas estaba el hermanastro de Jorge Washington, el futuro presidente norteamericano, que dirigía un grupo de 4.000 milicianos americanos que iban a participara en la toma de la ciudad.

Junto con los 195 navíos, viajaban 11.000 soldados de asalto, 15.000 marineros, los 4.000 milicianos americanos y 2.000 macheteros negros jamaicanos. Los macheros serían la vanguardia, la carne de cañón de la Gran Bretaña en su intento de conquistar Cartagena de Indias. Importante resaltar que los ingleses eran los mejores artilleros del momento y que iban a contar, en sus buques, con 3.000 piezas de artillería. Inglaterra iba a atacar con lo mejor que tenía en su armada de guerra, en material y personal de asalto, estaba determinada a la victoria y desplazar a España de su Imperio Americano.

Blas de Lezo organiza las defensas de la ciudad

OREJA PLACA DON BLASEn aquellos días, Blas de Lezo era el responsable de la defensa de la ciudad. Cartagena de Indias contaba con unas magníficas fortalezas y castillos que protegían la ciudad. Las fuerzas defensoras eran pocas. Lezo disponía de 3.000 soldados del ejército regular español, reforzados con 600 arqueros indios del interior y unas 1.000 piezas de artillería. Esto es todo con lo que se contaba para asegurar que Cartagena de Indias pudiera seguir siendo española durante los próximos años.

Para el desenlace final de la batalla, resultó decisiva la eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron infiltrar espías en la Corte Londinense y en el Cuartel General del almirante Vernon. El plan general inglés así como el proyecto táctico de la toma de Cartagena de Indias fueron conocidos de antemano en las Cortes Españolas y por Blas de Lezo. Se dispuso de tiempo suficiente para reaccionar y adelantarse a los acontecimientos. El virrey Eslava, jefe político y militar del Virreinato, tenía confianza de que el almirante Torres llegaría a tiempo a Cartagena para atacar a Vernon por la retaguardia, pues la flota española estaba anclada en La Habana a la espera de la llegada de la flota inglesa. Pero Torres nunca llegó a Cartagena …….

Cartagena no se iba a rendir y Blas de Lezo se decido por la resistencia a ultranza de la ciudad y organizó los recursos disponibles para este objetivo.

El sabía que tenía pocos recursos, pero aún así pretendía aguantar y resistir con todo lo que tenía. Los 6 navíos disponibles fueron hundidos por los españoles para impedir el movimiento fácil de los barcos enemigos por la bocana del puerto. Antes de hundir los navíos, Blas de Lezo, ordenó desmontar los cañones de las 6 naves y situarlas estratégicamente rodeando la ciudad; las colocó en posiciones claves.

La gran bahía de Cartagena está dividida en dos bahías naturales con problemas defensivos muy diferentes: la Bahía Exterior limitada por la península de Bocagrande, continente, y las islas de Tierrabomba, Barú y Manzanillo; y la Bahía Interior con el puerto colonial, cerrada también por Bocagrande, continente, y por las islas de Manzanillo y Manga.

El 17 de marzo de 1640, naufragan en la Bocagrande la nave capitana y los galeones Buensuceso y Concepción, de la armada comandada por Rodrigo Lobo da Silva. Los cascos hundidos sirvieron de núcleo colector de arena lo que aceleró la formación de la barra, dificultando la navegación en 1741.

Después de 1640, las mareas profundizan de manera natural el canal de Bocachica cuyo fondo era de barro. Con un ligero dragado, los más pesados galeones y naves de guerra iniciaron su tránsito entre Barú y Tierrabomba, modificando radicalmente todo el sistema  defensivo de la bahía de Cartagena. En 1741, el canal de Bocachica sería el adecuado para los navíos de guerra ingleses de tres puentes.

El 13 de marzo de 1741 la imponente flota del almirante Edward Vernon llegaba a la bahía de Cartagena. Vernon ordenó las maniobras oportunas para que las naves inglesas situaran sus flancos frente a las defensas de Cartagena.

15 de marzo, llegan los primeros buques ingleses a Playa Grande y dos días después fondearon sobre la misma playa 195 navíos, pertenecientes a las tres escuadras, comandadas por  el almirante Vernon, contra-almirante Chaloner-Ogle y el capitán en jefe Lestock.

19 de marzo, los ingleses continúan sin disparar y estudian el campo de operaciones. Algún pequeño intento de desembarco frustrado por la Boquilla sin relevancia.

20 de marzo, toda la armada inglesa queda anclada en la Punta de Hicacos, muy cerca del puerto de Cartagena; donde estaban los buques españoles Dragón y el Conquistador que impedían el paso a la bahía interior de Cartagena por Bocagrande

 Batalla de Bocachica

Ante la imposibilidad de entrar por Bocagrande, Lestock, al frente de 12 navíos ponen rumbo a Bocachica. Durante la travesía disparan contra la batería de Santiago que disponía de 11 cañones cuyo comandante , el capitán de fragata Lorenzo Alderete, también era el responsable de la batería de San Felipe de Bocachica, con 5 cañones. Fracasaron en su intento de romper el cerco de Bocachica y se mantuvieron disparando contra el castillo de San Felipe de Bocachica.

20 de marzo, consiguen desembarcar 500 efectivos cerca de la batería de Santiago y el 21 desembarca el resto del contingente británico.

Noche del 20 al 21, los ingleses toman la batería de Varadero y con sus cañones disparan a la de Punta de Abanicos. Los españoles abandonan la batería, quedando Campuzano con un sargento y 11 soldados del regimiento de Aragón y dos artilleros.  Les responden con cañonazos los buques San Felipe y África, quedando retrasados en reserva el Galicia y el San Carlos.

3 de abril, 18 buques alineados frente a Bocachica inician un terrible bombardeo para romper las defensas de los castillos de San Luis y San José que cierran su paso a  la Bahía exterior. Knowles se dirige a la ensenada de Abanicos  para destruir definitivamente la resistencia de Campuzano , que finalmente tienen que retirarse con su escasa tropa al castillo de San José.

4 de abril , la batería de Abanicos queda completamente destruida y Lestock vuelve al ataque con objeto ahora de destruir el fuerte de San José y San Luis.

El  4  y el 5 de abril, los fuertes reciben un intensísimo y prolongado cañoneo.  Las tres baterías del fuerte de San Luis, que defendían por tierra y mar quedaron desmanteladas  y descubiertas las playas para un desembarco. Las murallas del  castillo San Luis se derrumbaron y por la brecha abierta cargaron los ingleses a bayoneta calada  desde tierra. Ante la imposibilidad de resistir, se tocó retirada y durante toda la noche continuó el desembarco enemigo.

BLAS DE LEZO

Batalla de la bahía Interior

Noche del 5 al 6 de abril, Blas de Lezo  sitúa los buques Dragón y Conquistador entre los canales del Castillo Grande y Manzanillo con intención de hundirlos para impedir el paso de los navíos ingleses por la entrada de Bocagrande.

Como parte fundamental de la defensa de Cartagena se planificó el hundimiento de los barcos cuando fuera oportuno, para dificultar la maniobra de la flota inglesa. Se incendió el San Felipe, y se disparó desde el san Carlos  nueve cañonazos al África   para hundirle en la bocana de entrada.  Pero los encargados de disparar desde el San Felipe, fueron capturados por la imposibilidad de abandonar el barco antes de que llegasen los ingleses.

La situación empeoraba para los españoles, y los soldados del fuerte de San José fueron evacuados en pequeñas embarcaciones al castillo Grande y posteriormente a Cartagena.

11 de abril, los ingleses toman el castillo de santa Cruz que previamente había sido abandonado. El 13 de abril  a las 9 de la mañana, comenzó el asedio de la ciudad con continuos bombardeos. Simultáneamente otra escuadra asediaba  al fuerte Manzanillo.  La situación empezaba a ser desesperada para los españoles, les faltaban alimentos y el enemigo no daba tregua. Iban pasado los días, y el cañoneo inglés no cesaba, era intenso y continuo, mañana, tarde, noche, mañana … pero la moral de las tropas españolas estaban a la altura de las defensas de la ciudad, 1170-2-exp-blas-de-lezose mantenía intacta y no terminaba de debilitarse.

Cartagena de Indias fue severamente castigada por la artillería naval inglesa. Pero las defensas seguían soportando todo lo que les llegaba desde los barcos ingleses. Vernon estimó que los españoles resistiría dos o tres días más, no era posible pensar que tan pocos pudieran resistir el empuje y fuego de tantos. Los españoles tenían orden de resistir hasta el final no se les permitía ni un paso atrás, habían clavado la bandera e iban a morir allí, defendiendo la ciudad hasta el final.16 de abril, 4 de la mañana,  Vernon decidió que se tomaría Cartagena de Indias al asalto, más de 10.000 hombres desembarcaron por la costa de Jefar, los macheteros jamaicanos, los milicianos americanos y las fuerzas regulares inglesas.

 Pero las sucesivas ofensivas inglesas se encontraron con trincheras inexpugnables así como con los mosquetes y bayonetas españolas.El 17 de abril, la infantería británica, toman el alto de Popa, a un kilómetro del castillo de San Felipe , auténtico baluarte español en el Caribe. Blas de Lezo  tomó tres decisiones que fueron decisivas para el desenlace final de la batalla. Mandó  excavar un foso en torno al castillo para que las escalas inglesas se quedasen cortas al intentar tomarlo. Ordenó cavar una trinchera en zigzag, evitando que los cañones ingleses se acercasen demasiado. Les envió dos “desertores” que engañaron y llevaron a la tropa inglesa hasta un flanco de la muralla bien protegido, donde serían masacrados sin piedad.

Asalto definitivo al castillo de San Felipe de Barajas

La noche del 19 al 20 de abril se produjo el definitivo asalto al castillo de San Felipe. Tras  una potente  preparación artillera desde un buque de 60 cañones y bombardas. Vernon intentó asaltar el castillo con unos 10.200 hombres de infantería, organizados en  tres columnas, apoyados por los negros macheteros  jamaicanos. En frente  tenía la batería de San Lázaro de propio castillo de San Felipe y  1.000 hombres  muy motivados.

La sorpresa fue mayúscula, cuando los ingleses comprobaron que sus escalas eran demasiado cortas y no podían escalar las murallas del castillo. Las tropas inglesas no podían atacar ni huir debido al peso del equipo. Aprovechando esta circunstancia, los españoles abrieron fuego contra los británicos, produciéndose una carnicería sin precedentes. Los ingleses no pudieron escalar las murallas pero al amanecer, se encontraron con las bayonetas de unos trescientos soldados de los tercios españoles que saltaban sobre ellos desde sus trincheras. Fue una masacre:

“…rechazados al fusil por mas de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y biendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento (…) se pusieron en bergonzosa fuga al berse fatigados de los Nuestros los que cansados de escopetearles se abanzaron a bayoneta calada siguiendolos hasta quasi su campo…”

El error del castillo de San Felipe desmoralizó a los ingleses. El orgulloso y engreído Sir Andrew Vernon había sido incapaz de vencer a unos pocos harapientos españoles capitaneados por un anciano tuerto, manco y cojo. El pánico se apoderó de los ingleses, rompieron sus líneas de combate y huyeron despavoridos tras la última carga española hacia sus barcos para protegerse de la furia de la infantería de los tercios. Desde el 22 al 25 de abril, decrecieron los enfrentamientos.  El 26 los ingleses volvieron a bombardear la ciudad.

blas_de_lezo_by_rapsag-d5ko2ypEl 9 de mayo, Vernon asumió que era completamente imposible que sus tropas pudieran tomar al asalto la fortaleza de Cartagena de Indias, los disparos de las tropas españolas era una resistencia insalvable para sus fuerzas. Vernon ordenó la retirada, levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan sólo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”. Vernon envío de una última carta a Lezo:Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía:Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres.”

Fueron tantas las bajas inglesas, que tuvieron que abandonar numerosos barcos y hundirlos allí mismo por falta de recursos para poderlos gobernar en la mar, no les quedaban suficientes marineros. Hasta el 20 de mayo estuvieron saliendo embarcaciones inglesas de Cartagena. El último en abandonar el sitio fue Lestock. De los 195 buques se contaron  en la retirada 186. Los ingleses tuvieron 9.500 muertos, 7.500 heridos, perdieron 1.500 cañones y perdieron 50 naves.

Los españoles sufrieron 800 muertos, 1.200 heridos y perdieron 6 naves. Los fuertes de Bocachica, Castillo Grande y Manzanillo quedaron totalmente destruidas. Esto fue un horror para los ingleses, quedaron completamente humillados. La mayor operación de la Royal Navy hasta el momento se saldó también como la mayor derrota de su historia.


 Blas-de-Lezo-1024x768

OREJA ESCULTURA BLAS DE LEZO 2 OREJA ESCULTURA BLAS DE LEZO 3

R O C R O I

En Rocroi nos dieron lo nuestro, pero aun despanzurrados y descoyuntados nosotros también les dimos lo suyo, exactamente hasta la última gota de sangre. Han pasado trescientos setenta años desde que las tierras de Rocroi fueran regadas tan generosamente por los nuestros con un derroche de vidas, valor y gallardía como pocas veces se han conocido.

Fue allá en Rocroi, entre Francia y Bélgica, sí, en las Ardenas, justo donde los norteamericanos se enfrentaran hace siete décadas con una terrible contraofensiva nazi, donde nuestros Tercios lo perdieron todo menos el honor y la gallardía. Hasta el último suspiro, cuando sus cuerpos ya estaban martirizados por heridas y magulladuras sin número, resistieron nuestros compatriotas, aquellos españolazos que a miles de kilómetros de su Patria (tanto la chica como la grande) consiguieron que con su sangre, su sudor y sus lágrimas (los hombres valientes no temen llorar) que en España no se pusiera el sol durante larguísimos y gloriosos años. Ardor guerrero legendario, que ni cuando se nos pusieron más que tiesas perdimos.

Pero el día no había amanecido, ni siquiera la del alba sería, cuando aquel 19 de mayo de 1643, y en la dicha Rocroi (que teníamos sitiada, prestos ya para el asalto) la gabachada innumerable se lanzó, cuentan que al hilo de las tres de la madrugada, contra nuestros paisanos.

Mandaba a los franceses Luis II de Borbón-Condé, Duque de Enghien, y a la tropa hispana el caballero de origen portugués Francisco de Melo, a la sazón entonces Capitán General de los Tercios de Flandes, que esperaba la llegada del apoyo de Jean de Beck. Durante seis larguísimas y dantescas horas, veintipicomil contra otros veintipicomil por cada lado, se clavaron picas, espadas, lanzas, hubo arcabuzazos, balas de cañón, caballos destripados, heridas espantosas, legiones de héroes sobre el polvo, mandoblazos, estacadas, puñadas y puñaladas, orina y barro… y una gigantesca legión de muertos por ambas partes. Pocos, aunque los hubo pero apenas ninguno con un apellido de los nuestros, rechazó aquel terrible envite de la Historia. Allí había que dejarse la piel y las entrañas y a fe que los españoles de aquellos Tercios memorables se la dejaron,

El cruel tablero de Rocroi

Pero pongámonos ya de una vez sobre cruel tablero de la terrible partida de Rocroi. Cuentan las crónicas que el flanco izquierdo franchutón lo comandaba La Ferté, que el centro lo capitaneaba L’Hôpital, y que a la derecha se situaba un tal Gassion. La retaguardia, a las órdenes del Marqués de Sirot.

Los nuestros pensaban en principio que los franceses se disponían a reforzar la ciudad y que al menos de momento no pensaban en una batalla a campo abierto. Así que nuestros paisanos colocaron a los temibles Tercios españoles en vanguardia, el privilegio que se habían ganado peleando como fieras durante décadas, mientras que los mercenarios valones y alemanes formaban la retaguardia dirigidos por el Conde Paul-Bernard de Fontaine, un tipo de Lorena, es decir, francés, de sesenta y seis años entonces, pero que servía al rey de España lo mejor que Dios le daba a entender.

En tanto, la caballería imperial se situaba en los flancos. El derecho, repleto de tropa alsaciana a las órdenes del Conde de Isenburg, mientras que la jinetería flamenca, mandada por el Duque de Alburquerque quedaba a la izquierda y, por delante de todos, la artillería.

Por supuesto y no siempre con lealtad, a lo largo de los siglos se han escrito crónicas y cronicones de esta batalla. Se ha dicho y escrito de todo, pero el transcurso de la Historia ha ido aclarando muchas cosas y dando las pistas suficientes para que hoy se pueda construir bastante aproximadamente el relato de aquella carnicería.

Los franceses encabalgaron, picaron espuelas y se lanzaron al galope con fuerza nutrida contra nuestra ala derecha. Se las veían muy felices, banderas al viento, espadas afiladas en la noche, pero de pronto dieron con una nutrida hueste de arcabuceros imperiales envalentonados sobre una pequeña colina. La pólvora española cayó como un rayo sobre la caballería francesa, haciéndole importantes desperfectos. Para rematarlos llegaron al galope los centauros flamencos mandados por Alburquerque, que tras repartir sablazos y lanzadas se lanzaron hacia la artillería gabacha a la que robaron varias piezas.

Estrategas a posteriori

Cuentan expertos estrategas (a sabiendas y a posteriori, claro) que tal vez entonces, desorganizados y maltrechos los franceses, nuestro jefe, el tal Melo, debió jugarse entonces el todo por todo y dar cumplido finiquito del enemigo. Pero no lo hizo, mientras sí que anduvo presto y atinado el jefe de los galos, Enghien, que supo restablecer el orden en sus líneas y pasar al contraataque y consiguió hacer mucho mal entre nuestra gente.

Muchos españoles dejaron allí mismo esta tierra, otros se retiraron a toda la velocidad que les permitieron sus fuerzas, mientras el Duque de Alburquerque resistía al frente de sus jinetes como un toro, que ese apellido siempre ha sido de confianza y de genial cabalgar como mucho tiempo después demostraría en nuestros hipódromos uno de los herederos de este Duque, el también Duque de Alburquerque, decimoctavo de la estirpe, genial jinete llamado Beltrán de Osorio, y a la sazón fiel escudero de Don Juan de Borbón durante toda su vida.

Pero hora es de volver al campo de martirio de Rocroi, allí donde Marte quiso vestir sus mejores pero siempre siniestras ropas de combate.

El siguiente y terrible embate de los franceses comandado por Gassion vino a dar contra buena compaña de nuestra leal infantería en forma de varios escuadrones. La lucha fue cuerpo a cuerpo y hasta diríamos que alma contra alma. En ella se nos fueron un buen puñado de españoles de a pie, de corazón sublime, y también algunos de sus capitanes, como el Conde de Fontaine y oficiales como el Conde de Villalba y Antonio de Velandia, denodados comandantes de Tercio hasta ese día que firmaron el último contrato, el que se sella ante la Parca, en aras de la amada España.

Las cosas se estaban poniendo más que feas en nuestro costado izquierdo y el propio general en jefe, Francisco de Melo, se lanzó al galope hacia allí a fin de recomponer la situación, mientras los franchutes caían sobre la retaguardia española, nutrida de alemanes y valones, y producían en ella un gigantesco escarmiento. Heridos, muertos, prisioneros componían un gigantesco cambalache de espanto.

Ya no quedaba zona en el campo de Rocroi donde no se combatiera hasta el último aliento. Franceses y españoles demostraban sobre el campo con su sangre y con sus generosísimas agallas porque eran naciones a las que temer cuando hay una zurra de por medio. Allí, en Rocroi, hasta los jefes caían prisioneros, como el gabachón de La Ferté. Otro de los comandantes principales, La Barre, pasó allí mismo a mejor vida, mientras L’Hôpital también resultaba herido y el propio Capitán General en aquel día, Enghien, no daba abasto para poder animar a su tropa, ahora aquí, luego allá, luego acullá. Pero por muy españoles que seamos, y no olvidemos nunca lo del Dos de Mayo, hay que reconocer que aquel franchute de Enghien los tenía bien puestos.

Y no pequeños. Se la jugó en aquel momento de la batalla. Tiró de las bridas de lo que le quedaba de caballería y allí que se fue contra los adentros del ejército español, hincándole una terrible colmillada en su centro y aislando de paso a los Tercios españoles de los aliados extranjeros. Estábamos jodidos. La caballería de Isenburg, desparramada, los Tercios italianos huyendo en desbandada y Melo, que desde luego no tuvo su día, esperando que llegaran los supuestos refuerzos mandados por Beck, que tampoco sale muy bien parado de esta mañana, pues algunos cuentan que llegó a tiempo pero al enterarse de que las cosas iban de mal en peor no se metió en faena, mientras otros aseguran que apareció en la lid cuando ya nada se podía hacer.

A Melo lo pillan in fraganti

A Melo casi lo pillan in fraganti los franceses, aunque pudo cobijarse junto a una tropa de un Tercio italiano que no hacía otra cosa que salir por piernas cada vez que aparecían los gabachos. Los nuestros, mientras tanto, reunieron las pocas huestes que quedaban más o menos ilesas, pero llenas la mar de los casos de costurones, tajos, golpazos, y se unieron formando un gran rectángulo con las picas trabadas y los mosquetones preparados, unidos en un solo cuerpo como ya hicieran las falanges macedónicasmuchos siglos atrás. A las primeras y mientras fue posible tiraron de la mosquetería y resquebrajaron los primeros ataques franceses, hasta el punto de que casi le destapan la sesera al generalísimo Enghien, que recibió un disparo en la coraza y besó el suelo de Rocroi, pues su caballo quedó allí mismo hecho trizas.

Reconozcamos que también la gabachada estuvo a la altura de las circunstancias, y a pesar de la bravura de nuestros compatriotas volvían a la carga una y otra vez. Erre que erre. Y allí ya no se hablaba de pólvora, arcabuces ni mosquetes. Había llegado la hora de que el acero dirimiera quién había de llevarse la victoria. Cuerpo a cuerpo, cuchillada va, estocada viene, españoles y franceses se mataron a conciencia. Tras varios asaltos y acometidas, tan solo quedaban en pie algunos veteranos de los Tercios de Garcíez y Villalba, que ya, con las armas melladas, se defendían a mordiscos, hincándole las ponzoñosas dentaduras a cualquier cosa que por allí oliera a francés. Sin embargo, llegaba el final.

Y sobre este punto, los historiadores, cuatro siglos después, aún siguen discrepando. Parece ser no obstante que el astuto Enghien ofreció una negociación honrosa a nuestra gente, antes de que las cosas pudieran darse la vuelta por la llegada de los refuerzos. Se asegura que generoso, el adalid francés ofreció respetar la vida y libertad de los todavía supervivientes, dejarles ondear sus banderas y portar sus armas, e incluso si querían tomar el camino de la amada España tenderles un puente de plata.

Sin cañones, pero al pie del cañón

Algunos de los nuestros aceptaron. Pero otros no y siguieron al pie del cañón, aunque cañones, lo que se dice cañones, no nos quedaba ni uno. Finalmente, tuvieron que rendirse pero no perdieron el honor ni el orgullo, y los franceses siguieron fieles a sus generosas ofertas de rendición. Cinco mil de los nuestros ya nunca volverían a ver nuestro sol, ni nuestra tierra, para siempre quedaron, desaparecidos pero inmortales, en las arenas de Rocroi. A pesar del destrozo, los Tercios todavía darían mucha guerra, y obtendrían victorias resonadas y resonantes como la de Valenciennes, también ante el francés.

Para la historia, quizá mejor para la leyenda, ha quedado la respuesta de un superviviente de los nuestros cuando fue preguntado por un oficial francés sobre la cuantía de nuestra gente en Rocroi. «Contad los muertos», le contestó aquel español gallardo, honroso hasta en las últimas. Zurramos y nos zurraron. Perdimos la batalla, sí, pero no perdimos la vergüenza.

LA BATALLA DE ROCROI

Fuente: periódico ABC

Enlace: http://www.abc.es/historia-militar/20130201/abci-rocroi-rios-sangre-espaola-201301311751.html

Cuadro: Augusto Ferrer-Dalmau Nieto – Rocroi, el último tercio.

10º CUMPLEAÑOS DE S.A.R. LA PRINCESA DE ASTURIAS

20150520_comunion_01

La Asociación de Veteranos del RCLAC Villaviciosa 14, felicita a S.A.R. la Princesa de Asturias Doña Leonor de Borbón y Ortiz por su décimo cumpleaños, a quien transmitimos nuestros mejores deseos.

HISTORIA DE LA BANDERA DE MOCHILA

Esta bandera de reducidas dimensiones (60×80 cm) se empezó a dar al soldado allá por el año 1860. fue de dotación , al principio, para el Ejército expedicionario a África , el que realmente dio a esta prenda un toque de romanticismo que recoge el cancionero militar. Años después, la Real Orden del 12 de diciembre de 1904, declara:”Reglamentario para todos los Cuerpos del Ejército, el pañuelo cubrepercha, denominado de bandera española.”
BANDERA MOCHILA ASVET 14Fue creada para que el soldado pudiera cubrir y proteger del polvo- no se conocían las taquillas- sus pertenencias en la percha o repisa de su dormitorio, sobre todo si estaba en un campamento. Precisamente por esta utilidad, la bandera tiene sus colores en sentido vertical, así como su escudo, que ribeteado en negro o rojo, podía ser el contraacuartelado, una leyenda, el mote o sobrenombre de la Unidad, o lo más generalizado, el escudo del Regimiento. En el Museo del Ejército se conserva la del General Primo de Rivera.
En campaña se llevaba en la mochila, de ahí su otro nombre más corriente, y servía para, atada por fuera, señalar en avanzadilla a los que venían más a retaguardia que eran propios y destacados para señalizar su posición. También se empleaba como mortaja, si se producía baja en acción, se arropaba el cadáver y se cubría su rostro antes de rellenar con tierra la tumba. Recordemos la estrofa de la canción Banderita: “Quiero que me entierren con la bandera de España “. El soldado bien sabía que no había una bandera de España para cada cadáver, que a veces eran muchos, se estaba refiriendo a su bandera de mochila, ¿ qué otra podía ser?
Por su propia condición era fungible, por ello muy barata, de pobre calidad textil, carecía de vaina, aunque a veces iba con unos cordoncillos en sus extremos para ser atada. Roja al principio, el color militar español, luego se generalizó con los colores nacionales. Carecía de flecos, sólo estaba coloreada por una cara, traspasando a la otra la impresión.
Licenciado, el soldado se la quedaba como recuerdo y testigo de su vida militar cumplida. Nunca como entonces hubo tantos hogares españoles con los colores nacionales para mostrar a los hijos el amor a España, ese amor que hay que enseñar y acrecentar desde el vientre de la madre.
La bandera de mochila o de percha, también cubre-percha , se dejó de usar por nuestro Ejército sobre el año 1927.

En el museo del ejercito de Madrid, en la sala de Caballería, había un ejemplar de estas banderas de mochila. esta en particular estaba dentro de una vitrina junto con otras prendas pertenecientes a D. Fernando Primo de Rivera, comandante del regimiento de Caballería Alcántara y protagonista de uno de los hechos mas heroicos de la guerra de Marruecos, las cargas de dicho regimiento para proteger a las tropas españolas durante el desastre en Annual.